La magia de las palabras

Aquel domingo, don Pablo decidió salir a caminar por la playa que está junto a su casa en Isla Negra. Eran cerca de las cinco de la tarde y soplaba una suave brisa que venía del mar. El sol calentaba lo suficiente como para hacer de ese domingo en la tarde un buen momento para salir a pasear por la playa.
Iba don Pablo caminando tranquilamente, mirando el mar y, por supuesto también, a las demás personas que se encontraban en la arena con sus familias. Algunos se sentaban en las rocas a contemplar el hermoso paisaje y los niños que los acompañaban jugaban entre las rocas. Muchos de los que llegaban allí lo hacían con la esperanza de conocer personalmente al poeta.
Después de andar, observar y meditar durante un buen rato, don Pablo se sentó en la arena para descansar sus piernas de la larga caminata que había realizado.
De pronto, una señora que aparentaba tener alrededor de unos setenta y cinco años, o tal vez más, se sentó junto a él. Él se extrañó acerca de la identidad de esta señora, la cual, con tanta confianza se había sentado junto a él. Nunca la había visto. ¿Acaso él la conocería a ella, pero en ese momento no la recordaba?. O tal vez ¿podría ser una admiradora?. O quizás simplemente ella no lo conocía. Pensó que esta última posibilidad sería un poco difícil, ya que a esas alturas de su vida ya era una persona suficientemente conocida.
Luego de sentarse junto a él y permanecer unos segundos en silencio la anciana le preguntó: ¿Es usted Pablo Neruda, verdad?
- Sí señora – respondió el poeta -, y usted ¿cómo me conoció?
- ¡Ah! Como no lo voy a conocer, si lo he visto en los diarios y he leído casi todos sus poemas.
- Mire usted – respondió don Pablo, ya acostumbrado a que la gente le demostrara su admiración -. Eso significa entonces que usted se sentó junto a mí intencionadamente.
- Pero claro – respondió la anciana -. Cómo iba a dejar pasar esta oportunidad. ¿Sabe?
- ¿Qué? – Preguntó el poeta.
- Yo también soy escritora, pero no escribo poemas, sino cuentos. Con la diferencia, eso sí, que los cuentos que escribo los leen solo mis nietos, pero esos lectores son suficientes para sentirme satisfecha y agradecida de las letras. Es increíble, pero cuando ellos leen mis cuentos es como si se transportaran a otro mundo y a mí, eso me agrada, porque eso hace que la infancia sea un poco más mágica y menos terrible, tomando en cuenta el mundo en que vivimos. Debe ser la magia de las palabras lo que produce eso tan especial en las personas.
- Que bueno que también sea escritora – dijo don Pablo -; pero hay algo que usted dijo que me llamó la atención y sobre eso le quiero preguntar.
- ¿Qué sería? – Preguntó la anciana.
- Me podría explicar ¿qué es eso de la magia de las palabras?. Yo, al igual que usted, he trabajado con palabras durante casi toda mi vida y por eso me interesa saber a qué se refiere cuando habla de la “magia de las palabras”.
- Bueno – contestó la anciana -, esa frase: “la magia de las palabras”, es una frase que se ha ido gestando lentamente dentro de mí, como consecuencia de escribir cuentos, primero para mis hijos y luego para mis nietos. Significa que las palabras, según como se las ordene, tienen la fuerza, o mejor dicho, la magia de crear personas, mundos aventuras, vivencias, sentimientos; en fin, un sinnúmero de cosas. Por ejemplo, en este momento estamos aquí usted y yo conversando, utilizando palabras. Quizás usted o yo podríamos escribir en un papel esta conversación y guardarla para la posteridad y tal vez, alguien después la encontraría, la publicaría y todo el mundo sabría que existió este momento; o quizás, esta conversación podría quedar en el olvido y nunca nadie se enteraría de él.
- Interesante lo que usted me dice – dijo el poeta.
- Es más – señaló la anciana -, incluso puede darse el caso de que esta conversación jamás haya existido y que sea solo un mal cuento que alguien inventó y luego escribió.
De pronto, un fuerte viento sopló y produjo que entrara arena en los ojos del poeta, lo que le impidió ver durante un momento. Mientras trataba de limpiar sus ojos, don Pablo dijo a la anciana con un cierto tono de ironía: “Pero eso que usted me dice sería un poco difícil”. El poeta pensaba que, con el último comentario de la anciana, ella había demostrado que algo no andaba muy bien dentro de su cabeza.
Cuando don Pablo Neruda pudo ver, se dio cuenta que ya no había nadie a su lado y se preguntó ¿cómo esa señora desapareció tan rápido?. Era extraño, porque tan rápido como había aparecido después había desaparecido. Luego de pensar un momento en lo que le había dicho la anciana acerca de lo que significaba para ella la magia de las palabras y, sobre todo, lo último que había dicho, que por cierto, a él le había parecido una locura, penso: “Quizás era cierto. Quizás esta conversación fue sólo una historia que alguien inventó y luego escribió”.
Desde este extraño acontecimiento, Pablo Neruda guardó en su corazón un especial cariño por Isla Negra, ya que en ese lugar se dio cuenta, a través de una misteriosa persona, que su arte no era solo el crear poemas para que él mismo u otros los disfrutaran, sino que él tenía el don de crear emociones en los demás. Emociones que, a través de las palabras, perdurarían aunque su creador ya no estuviere materialmente en esta tierra.
Nota: Este cuento lo escribí el 8 de junio de 2004, con motivo de un concurso que había, dedicado a Pablo Neruda.
Para variar, no gané nada. Sin embargo, no todo fue pérdida, ya que me quedé con este cuento. Espero les guste.
P.D.: El estudio está haciendo cada vez más difícil escribir algo entretenido. Así que sólo me queda acudir al recurso fácil, es decir, empezar a poner cosas que tengo escritas de antes. Por lo menos el dibujo es 2007.
Siempre hay historias sobre fantasmas y aparecidos en isla negra y punta de tralca.
ResponderBorrarBonito el cuento. Podrías inspirarte y crear cuentos para niños, y hasta con los dibujos.
Un abrazo, nos leemos.
Te falto la escena en que Neruda se saca el mango repleto de arena y se lo pone por el camino de tierra a la vieja, yo vi esa wea, mi papa la grabo en video escondido en la roca donde esta el busto de P. Neruda.
ResponderBorrarme gusto
ResponderBorrary lo imagine
todo
adoro la magia
auqnue no me gusta neruda
no sé por qué
soy rara
Besitos***