El Tercer Chimpancé

Hace no más de una semana me llegó la nueva versión de Kubuntu, la 8.04. En general, es lo mismo de siempre en cuanto a apariencia. En cuanto a funcionalidad, por fin, Kubuntu puede acceder, después de dos versiones (desde la 7.04) a mi partición NTFS de Windows sin ningún problema, ya que en la versión anterior, declaradamente no la detectaba. Ahora no tuve ningún problema para acceder a la partición NTFS (verla y escribir en ella). En cuanto al desempeño, me pareció que en mi Celeron de 2.0 Ghz con 512 MB de RAM, funciona bastante rápido, tomando en consideración que Kubuntu es un sistema bastante agradable a la vista, lo que supondría, por ejemplo en Windows, un importante consumo de recursos de procesador y RAM. Por otra parte, y creo que es algo importante para aquellos usuarios de Windows que probamos Linux de vez en cuando para ver cómo va, es el hecho de que es posible instalar Kubuntu igual que una aplicación de Windows. Me explico, antes cuando uno ponía el CD de Ubuntu...

Más o menos hace dos semanas que abrí una cuenta de Facebook y ahí me he estado entreteniendo en el último tiempo. He encontrado –o ellos me han encontrado- gente que no veía desde la básica (primaria). Sin embargo, a pesar de lo bueno que tiene Facebook de poder encontrar gente que de otra manera sería muy difícil encontrar, me sigo quedando con mi blog. Es que siento el blog como mi casa, en cambio, Facebook, es como pararse en la plaza pública a ver quién pasa. Además hay un montón de cosas que no entiendo y que me complican, como por ejemplo esas invitaciones para saber de qué color es uno, o qué tipo de teléfono es uno ¿qué es eso? Parece que cada uno en su función, Blogger o Facebook, reúnen a distintos públicos. Quizás no toda la gente que tiene una cuenta de Facebook tendría un blog y quizás muchos de los que tenemos blog, después de un tiempo y de que la moda pase, vamos a optar por mantener el blog y dejar abandonada la cuenta Facebook.

En los últimos años, al parecer, el divorcio se ha hecho tan común como el matrimonio, e incluso más, quizás hay más gente que se quiere divorciar que aquella que se quiere casar. Pero el objetivo de este comentario no es exponer mi apreciación personal acerca de si hay más divorcios que matrimonios. El objetivo fundamental es expresarles que, o yo veo el mundo al revés, o a las personas de la tercera edad les está vedado divorciarse. El otro día llegó un hombre de unos setenta años que debía pagar pensión de alimentos a su cónyuge que vivía con él en su propia casa. Me contaba que de repente conversaban y, a veces, ella cocinaba para los dos. Sin embargo, si pudieran separarse lo harían, ya que ninguno demuestra algún interés de tipo afectivo por el otro –utilizando la expresión “afectivo” en su versión más amplia y no restringiéndolo al ámbito amoroso-. El problema es que para solicitar el divorcio de común acuerdo se necesita de al menos un año de cese efectivo de la convivencia y p...